(Mateo 6:25) Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Ciertamente, la vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido. Por siglos, la humanidad siempre se ha preocupado por el alimento y por el vestido. Dios le dijo al pueblo de Israel que Él les proveería, y lo hizo. También nosotros hemos aprendido de las epístolas que Dios es nuestra suficiencia y que es poderoso para hacer que abunde en nosotros toda gracia, teniendo así toda suficiencia en todo. Es verdad, Dios suple y provee, el alimento y el vestido, pero nosotros somos personalmente responsables de lo que comemos, y de lo que nos ponemos encima para vestir, somos responsables del aspecto que queremos proyectar en el exterior. En la actualidad, todo mundo se viste como quiere porque esa es la moda, y aunque muchos se vistan estrafalariamente, todo mudo se preocupan más por su apariencia exterior que la interior.
(Mateo 6:24) Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
La palabra riquezas, aquí se refiere a la riqueza, en el sentido donde la avaricia está involucrada, y donde la riqueza es idolatrada, en ese caso, no podemos servir a dos señores. No hay nada de malo en la riqueza cuando se es un creyente cristiano y se hace la voluntad de Dios, pero la avaricia es algo que va en contra de la voluntad de Dios porque se le idolatra, y Dios aborrece la idolatría. Ahora, la avaricia no se puede ver fácilmente porque no se viste en el exterior como una prenda, se viste en el interior. Como personas, exteriormente podemos vestir lo que queramos, sin importar la moda, el estilo, o el precio de las prendas; pero en el interior, como hijos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, señor nuestro, debemos vestir siempre, de acuerdo a la moda de Dios.
(Colosenses 3:1) Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. {2} Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. {3} Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. {4} Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. {5} Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; {6} cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, {7} en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. {8} Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. {9} No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, {10} y revestido (enduo) del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando (anakainóo) hasta el conocimiento pleno,
En esta sección de las escrituras, se nos dice que, ya que hemos renacido del espíritu de Dios, o resucitado en Cristo, pongamos la mira en las cosas de arriba, porque espiritualmente hemos muerto al mundo y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Y que cuando Cristo se manifieste en nosotros, seremos entonces manifestados con él en gloria. Pero para que todo esto suceda y sea una realidad en nuestras vidas, debemos hacer morir lo terrenal en nosotros, así como todo lo que se describe en los versículos del 5 al 8. Los versículos 9 y 10 nos dicen que podemos hacer todo eso al despojarnos del viejo hombre con sus hechos, y revistiéndonos del nuevo, el que está hecho a la imagen del que lo creo.
La palabra "nuevo" en el versículo 10 es la palabra griega neos: significa; regenerado, fresco, joven. Se regenera, se fresca y se mantiene joven, porque se renueva hasta el conocimiento pleno. Ese proceso de renovación se conoce como “renovación de nuestro entendimiento” o simplemente “mente renovada.” Ve a Romanos 12:2
(Romanos 12:2) No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación (anakáinosis) de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
La palabra “renovando” en Colosenses 3:10 es la palabra Griega anakinóo, y la palabra “renovación” en Romanos 12:2 es anakáinosis. Ambas significan: renovación, restaurar, renovar, hacer nuevo, y ambas provienen de la palabra griega kainos, que significa: nuevo en calidad. El hombre nuevo se renueva en y con el conocimiento de la Palabra de Dios, que no es un conocimiento nuevo o reciente, sino nuevo en calidad.
(Efesios 4,21) si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. {22} En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, {23} y renovaos (ananeóo-renovado, restaurado) en el espíritu de vuestra mente {24} y vestíos del nuevo (kainós) hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
Ese viejo hombre, el viejo tú, el que está viciado conforme a los deseos engañosos, tiene que ser echado fuera, y renovado, o restaurado por así decirlo; tiene que ser hecho nuevo a través de una nueva calidad de conocimiento, a imagen del que lo creó, y la imagen de Dios es justicia y santidad que solo pueden ser manifestadas por medio del conocimiento de la Palabra de Dios.
(2 Corintios 5:17) De modo que si alguno está en Cristo, nueva (kainós) criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (kainós).
Cuando confesamos Romanos 10: 9,10, recibimos a Cristo en nuestro interior, es Cristo en nosotros la esperanza de gloria, pero no es lo mismo Cristo en nosotros, que nosotros en Cristo. Cristo en nosotros es el milagro del nuevo nacimiento, es algo que Dios hace por nosotros al darnos de su espíritu, cuando confesamos a Jesús como señor personal y salvador de nuestras vidas. Ahora, nosotros en Cristo es algo que nosotros debemos hacer, cuando sepultamos a nuestro hombre viejo, ese que está viciado conforme a los deseos engañosos, y ponemos la mira en las cosas de arriba, revistiéndonos de ese hombre nuevo, el que es creado a imagen de Dios, en la justicia y santidad de la verdad, entonces seremos una nueva creación, cuando todas las cosas viejas hallan pasado y todas sean ahora hechas nuevas. Entonces, como dice el texto Griego, la nueva creación se manifestará. Así que, lo primero que tenemos que hacer después de que renacer del espíritu de Dios, es hacer morir el hombre viejo, y aprender esa nueva calidad de conocimiento para que podamos ser restaurados, reformados, renovados, algo que no ocurre en 24 horas, y que podría tomar años, incluso décadas.
Esa es la moda que Dios quiere que vistamos diariamente en nuestro interior, el hombre nuevo. Pero hay más en el guardarropa espiritual de Dios, otras prendas que también quiere que vistamos.
(Romanos 13:12) La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. {13} Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, {14} sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.
El versículo 12 menciona que debemos desechar las obras de las tinieblas y vestir las armas de la luz. La palabra “luz” significa luminosidad, como el brillante resplandor que refleja un enorme fuego.
Estamos en medio de una guerra espiritual entre la luz y las tinieblas, y no es la voluntad de Dios que nos hallemos desarmados en medio del campo de batalla. La luz es un arma muy poderosa, porque es lo único que disipa las tinieblas, porque proviene de Dios, el padre de las luces. Recuerda lo que Jesús dijo en los evangelios.
(Juan 8:12) Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
(Juan 9:1) Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. {2} Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? {3} Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. {4} Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. {5} Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.
(Juan 12:35) Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va.
{36} Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz.
Cuando Jesús vino al pueblo Judío les dijo que él era la luz del mundo mientras estuviera en el mundo, que él hacía las obras del que lo envió, y que sus seguidores no andarían en tinieblas, sino, tendrían la luz de la vida. En Juan 12:36 dice que mientras tenemos la luz creamos en la luz para que seamos hijos de luz, y eso es lo que realmente somos ahora, porque creímos que él es el hijo de Dios.
(Santiago 1:17) Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
Dios es el padre de las luces, de él provine toda buena dádiva y todo don perfecto.
(1 Juan 1:5) Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. {6} Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad: {7} Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
Mientras Jesús estuvo en el mundo, él fue la luz de este mundo, ahora, físicamente él no está presente, pero espiritualmente se encuentra en cada creyente renacido del espíritu de Dios, porque con su sangre nos limpió de todo pecado. Nosotros ahora somos hijos de luz, así como él lo prometió en los evangelios. Andemos pues como de día, honestamente, no en glotonerías, ni borracheras, ni en lujurias, lascivia contiendas ni envidias. Ya tenemos a Cristo en nosotros la esperanza de gloria, eso significa que tenemos en nuestro interior la luz de Dios y que somos hijos de luz. La luz es una prenda de vestir muy importante en el guardarropa de Dios, y no solo es una prenda, es una arma poderosa para derrotar no solo las tinieblas, sino al príncipe de las tinieblas y sus huestes. Ya que somos hijos de luz y tenemos a Cristo en nosotros ¡Vistámoslo! ¡Pero aún hay más!
(1 Tesalonicenses 5:5) Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. {6} Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. {7} Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. {8} Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. {9} Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Aquí tenemos más prendas en el guardarropa de Dios, prendas que debemos vestir cada día de nuestras vidas en nuestro diario andar; la coraza de la fe y el amor, y como yelmo la esperanza de la salvación.
Una coraza es una armadura de hierro que protege principalmente el pecho y la espalda, es un blindaje, una protección. El yelmo es parte de la armadura que resguarda la cabeza y el rostro, y se componía de morrión (casco), visera y barbera, no solo protegiendo la parte superior de la cabeza sino el rostro, los costados y algunas veces hasta el cuello. El siguiente versículo es aún más concluyente.
(Efesios 6:11) Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Como lo mencioné anteriormente, estamos en medio de una guerra espiritual, y debemos estar preparados para la batalla cada día. Cuando te levantas por la mañana y te alistas para salir a la calle, te vistes, no sales desnudo a la calle. Cuando un soldado sale para el combate, que no sólo tiene su arma, él usa también protección. Nos guste o no, estamos en una guerra espiritual, y necesitamos la vestimenta espiritual y el equipo espiritual necesario para nuestra protección, ya que tenemos un adversario. La voluntad de Dios es que vistamos no solamente el yelmo o la coraza, sino, toda su armadura, con el propósito de estar firmes contra las acechanzas del diablo, y que no estemos espiritualmente dormidos sino que velemos y seamos sobrios. Pero, ¿qué más debemos vestir? El siguiente versículo enlista cinco nuevas prendas de vestir en el guardarropa de Dios.
(Col 3:12) Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;
Como escogidos de Dios, santos y amados, debemos usar toda la vestimenta disponible en el guardarropa de Dios y vestirlas. Comencemos con las entrañas de misericordia.
"Entrañas" es la palabra griega splágcnon; significa intestinos, y representa el afecto desde nuestro interior.
"Misericordia" es la palabra griega oiktirmós; que significa compasión, piedad, o misericordia. Pero esta piedad o misericordia no se compara en nada con la compasión y la misericordia del mundo, debido a que esta misericordia es de Dios y proviene de Dios.
(2 Corintios 1:3) Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación,
Esa es la clase de misericordia y compasión que debemos vestir, no la falsa compasión que el mundo da, sino, la que proviene del padre de misericordia y toda consolación.
(Romanos 12:1) Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Cuando la misericordia de Dios se combina con la parte más profunda de nuestro ser, con nuestro afecto desde el interior de nuestras entrañas, nuestros más tiernos sentimientos se derraman de nuestra alma hacia los demás, produciendo el ellos amor, gozo, y unidad.
(Filipenses 2:1) Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, {2} completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
¡Todos debemos vestirnos con entrañas de misericordia! Veamos ahora la benignidad.
(Col 3:12) Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;
"La benignidad" es la palabra griega crestótes; que significa gentileza, bondad, útil, beneficioso. Todos sabemos que la bondad es una de las características del más grande amor, el amor de Dios (agápe), lo que nosotros conocemos como el código de conducta del creyente cristiano. La “benignidad” también es un fruto del espíritu.
(Gálatas 5:22) Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre {23}, templanza; contra tales cosas no hay ley.
Al vestirnos de benignidad no únicamente debemos mostrar que somos bondadosos o gentiles con los demás, sino, útiles, de beneficio para nuestros hermanos en Cristo y para la obra del ministerio, para el movimiento de la Palabra de Dios.
(Tito 3: 1) Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. {2} Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. {3} Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. {4} Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, {5} nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, {6 el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, {7} para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.
¿Fueron la bondad y el amor de Dios de beneficio para nuestras vidas? ¡Por supuesto! Por su bondad somos salvos, por ese amor con que nos amó y justificados por su gracia, por medio de la muerte de su hijo único y señor de nuestras vidas Cristo Jesús, vinimos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna. ¡Debemos vestir la bondad todos los días! ¿Y que de la humildad?
(Col 3:12) Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;
La palabra "humildad" es la palabra griega tapeinofrosuné; significa, modestia, humildad, sencillez.
(Filipenses 2: 3) Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;
La contienda y la vanagloria son hermanas gemelas del orgullo, y el orgullo o la soberbia, es todo lo contrario a la humildad. No olviden que Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.
(Filipenses 2:5) Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, {6} el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, {7} sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; {8} y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. {9} Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre
Como seguidores de Cristo debemos vestirnos de humildad y seguir su ejemplo, si queremos ser como él exaltados, como él debemos también someternos a Dios.
(Santiago 4:7) Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. {8} Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. {9} Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. {10} Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.
La humildad es un vestido de gran importancia que debemos usar también en nuestro diario andar, hombres mujeres, jóvenes, niños y ancianos, todos debemos someternos a Dios.
(1 Pedro 5:5) Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes. {6} Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;
La humildad es quizás una de las vestiduras más difíciles de llevar, pero es una de las más provechosas. Si quieres ser exaltado por Dios derriba tu altivez, tu orgullo, y no te resistas a la Palabra de Dios, a la gente de Dios, o a los ministros de Dios. ¡Vistámonos de humildad!
(Col 3:12) Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;
"La mansedumbre" es también un fruto del espíritu, es la palabra griega praútes; significa gentileza que implica humildad. Pero lo que realmente muestra es una manera cariñosa y tierna de comunicarse. Pablo la aplicó perfectamente cuando confrontó a los creyentes de Corinto.
(1 Corintios 4:14) No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados.
{15} Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. {16} Por tanto, os ruego que me imitéis. {17} Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias. {18} Mas algunos están envanecidos, como si yo nunca hubiese de ir a vosotros. {19} Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras, sino el poder de los que andan envanecidos. {20} Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. {21} ¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?
(2 Timoteo 2:24) Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; {25} que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad,
Ser manso no necesariamente significa hablar con voz baja mirando el suelo, significa ser amable, tierno, paciente y amoroso pero firme. Todos debemos vestir la mansedumbre cuando enseñamos, reargüimos, o corregimos en el cuerpo de Cristo.
(Col 3:12) Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;
La "Paciencia" también es otro fruto del espíritu, y otra de las características de agápe, el código de conducta del creyente cristiano. “Paciencia” aquí es la palabra griega makrothumía; significa longanimidad. En concreto significa poner la ira lejos, esta palabra exige que la ira se marche lo más lejos posible de tu vida. Mira cómo Dios aplicó esta longanimidad con él mismo.
(Romanos 9:20) Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? {21} ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? {22} ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia (makrothumía)los vasos de ira preparados para destrucción, {23} y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, {24} a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles.
Dios mismo contuvo los vasos de ira preparados para destrucción con su paciencia. Él hizo la ira a un lado para hacer notorio su poder, y las riquezas de su gloria.
(Santiago 5:7) Por tanto, hermanos, tened paciencia (makrothuméo) hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia (makrothuméo) hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. {8} Tened también vosotros paciencia (makrothuméo), y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. {9} Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta. {10} Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia (makrothuméo) a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
La paciencia o longanimidad, es un requisito previo para predicar de la Palabra de Dios. Debemos seguir el ejemplo de los profetas que hablaron también en nombre del Señor, y predicar el evangelio de Cristo.
(2 Timoteo 4:1) Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, {2} que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. {3} Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, {4} y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. {5} Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.
A grandes rasgos esa es la moda que Dios quiere que proclamemos, lo que tenemos que vestir todos los días, aunque no todos los días son iguales, algunos días son más difíciles que otros, y no todo el tiempo nos sentimos como cristianos súper conquistadores, aunque no debería haber excepciones. Nosotros, como creyente cristiano debemos vestir ( ENDUO – ponernos) el hombre nuevo, ese Cristo en nosotros, vestir la armadura de la luz, la coraza de la fe y el amor; y como yelmo la esperanza de la salvación.
Debemos vestir toda la armadura de Dios, para que seamos capaces de estar firmes contra las asechanzas del diablo, como dice Efesios 6:11.
Quizás no tenga nada de malo si andamos en las pasarelas del mundo, vistiendo exteriormente lo que las modas del mundo ofrecen. Lo que si es totalmente erróneo es vestir la moda del diablo en el interior; las mentiras, el enojo, la ira, la impureza, la concupiscencia, las blasfemias, las maledicencias, las palabras deshonestas, la vanagloria, la avaricia, que es idolatría.
Es verdad, no podemos servir a dos señores. Tenemos un enemigo y es por eso que debemos ponernos toda la armadura de Dios, así como todo lo que se enlista en Colosenses 3.
(Col 3:12) Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia {13} soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. {14} Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.
El versículo 14 dice que sobre todas estas cosa, de las que ya hemos hablado anteriormente, nos vistamos de amor. El amor es la vestimenta más poderosa, el amor es el vínculo perfecto, solo el amor cubre multitud de pecados. Pero no se refiere al amor como el mundo lo da, sino, al amor de Dios en la mente renovada, la mente que mora y habita en el hombre interior, que se renueva hasta el conocimiento pleno, en la justicia y santidad de la verdad. No se refiere necesariamente al amor como un sentimiento, o como una emoción, sino a una manera de comportamiento.
El amor como se describe en 1 Corintios 13 es una forma de vida, un patrón de comportamiento con diferentes características.
(1 Corintios 13:4) El amor (agápe) es sufrido, es benigno; el amor (agápe) no tiene envidia, el amor (agápe) no es jactancioso, no se envanece; {5} no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; {6} no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. {7} Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. {8} El amor (agápe) nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. {9} Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; {10} mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. {11} Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. {12} Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido {13} Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor (agápe), estos tres; pero el mayor de ellos es el amor (agápe).
Cuando caminemos conforme a este código de conducta y apliquemos todas y cada una de las características de agápe en nuestro andar, estaremos no solo vestidos sino revestidos del amor de Dios en la mente renovada en acción.
Realmente, las pasarelas del mundo no me preocupan, porque en el exterior, puedo vestir lo que yo quiera, siempre y cuando me sienta cómodo, limpio y presentable. Lo que realmente me importa es vestir la moda de Dios, porque es ahí, donde quiero caminar, en la pasarela de la justicia y santidad de la verdad, sobre todo vestido del amor (agápe) de Dios, que es el vínculo perfecto; pero sin olvidar la humildad, la mansedumbre, la benignidad, y la paciencia, sometiéndome a Dios, su Palabra, y su gente. Vistiendo la coraza de justicia y el yelmo de la salvación, y como Efesios nos pide, vistiendo toda la armadura de Dios para poder estar firme contra las acechanzas del diablo todos los días hasta el retorno de nuestro señor Jesucristo.
Es verdad no podemos servir a dos señores, por mi parte, yo ya decidí a quien servir, al Dios y padre de nuestro señor Jesucristo. Él es quien suple mis necesidades y toma cuidado de mi vida, porque me escucha cuando hago mis peticiones conocidas delante de él, con un corazón agradecido.
¿Qué habré de comer, qué habré beber, y que habré de vestir? ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? ¡Ciertamente! Yo también ya decidí lo que quiero vestir. ¿Qué moda vas vestir tú?
¡Dios te bendiga!
E. S.N.
J.E.R.S.
12/7/2014
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