“Confía en Dios”, es una frase muy usada en el mundo cristiano. Pero confiar en Dios no es solo una frase. ¿Cuántos de nosotros realmente confiamos en Dios al grado de permitir que sea él nuestra suficiencia en todo? ¿Sin pensar que somos nosotros mismos, por nuestro trabajo, nuestro talento, nuestra fuerza, nuestra inteligencia, nuestro esfuerzo, o nuestro orgullo, los que obtenemos lo que necesitamos o queremos?
Dios, en el principio creó los cielos y la tierra, y en seis días hizo todas las cosas que existen hoy. Al sexto día creó al hombre a su imagen, y como ya he compartido anteriormente, sabemos que la imagen de Dios es espíritu, la Biblia dice que varón y hembra los creó.
(Génesis 1:27) Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Lo que Dios creó fue la parte espiritual del hombre, porque el hombre que Dios creó en el principio era completo. El siguiente versículo menciona las otras dos partes que completan al hombre.
(Génesis 2:7) Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. {8} Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado.
Aquí vemos el aspecto físico del hombre, su cuerpo que apenas había sido formado del polvo de la tierra, y el aliento de vida que Dios había soplado en su nariz, lo que representa el alma del hombre. Adán, el primer hombre, era un hombre completo, de cuerpo, alma, y espíritu.
(Génesis 2:15) Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.
El propósito de Dios al poner a Adán en el Jardín del Edén, era para que lo labrara y lo guardase.
La palabra Hebrea traducida como "labrar" significa: trabajar (en cualquier sentido) lo cual implica: servir, mantener, laborar, labrar.
La palabra traducida como "guardar" significa: proteger, atender, preservar.
Así, que, el hombre no iba a estar solamente vagando alrededor del jardín, sin hacer nada, o todo el tiempo sentado, a la espera de ser servido por Dios. Después de obedecer y adorar a Dios, el hombre tenía dos responsabilidades principales, "labrar y preservar" el jardín del Edén.
(Génesis 1:29) Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.
Adán, no tenía que trabajar para poder comer, Dios ya había proporcionado la comida para él, su trabajo no iba a ser agobiante o pesado, lo único que tenía que hacer era obedecer y adorar a Dios.
(Génesis 2:16) Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; {17} mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
Todos sabemos lo que sucedió después que Adán y Eva ignoraron el consejo de Dios, aunque ellos tenían todo lo que necesitaban; decidieron no escuchar a Dios. El hombre no tenía que hacer trabajo pesado; Dios ya tenía cubierto cada detalle.
Antes de la caída, Adán y Eva estaban bien; sus necesidades básicas estaban cubiertas. Pero después de que desobedecieron, Dios reprendió fuertemente al hombre, a la mujer, a la serpiente, y maldijo la tierra.
(Génesis 3:17) Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. {18} Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. {19} Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.
(Génesis 3:23) Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.
{24} Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.
A partir de ahí, la mentalidad del hombre cambió, porque en vez de tener como prioridad servir y adorar a Dios, el trabajo se volvió su prioridad. Aunque ahora, el trabajo no sería una tarea fácil de realizar, ahora, para que el hombre comiera y tomara cuidado de su mujer, que tenía que trabajar muy fuerte.
Antes de la caída, el hombre tenía todo con Dios, después de la caída, ya no tenía a Dios para suplir sus necesidades, y lo único que sabía era que tenía que trabajar, ese pensamiento continúa arraigado en el centro mismo de la mente del hombre, que tiene que trabajar duro para tomar cuidado de su familia. El trabajo se convirtió en el foco principal en la vida del hombre, y Dios fue relegado a un segundo plano.
(Galatas 4:4) Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, {5} para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. {6} Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! {7} Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.
Dios envió a Jesucristo, su hijo unigénito quien murió por nosotros para que fuésemos salvos, algunas personas como nosotros, creímos y confesamos a Jesucristo como nuestro señor y salvador personal, pero muchos otros no lo han hecho. Nosotros somos llamados cristianos porque hemos creído en Jesucristo y en la salvación que él logró con su obra. Los que no creen en él son llamados incrédulos, o inconversos en los círculos religiosos. Pero ambos grupos, tanto los creyentes cristianos, como los incrédulos, tenemos una cosa en común. ¡Trabajar!
El trabajo es una actividad a la que se culpa de evitar que los creyentes cristianos sirvan a Dios al 100%.
Los incrédulos confían el 100% de su prosperidad, su felicidad y su bienestar, en su trabajo, su trabajo es su Dios. Nosotros los creyentes cristianos, deberíamos tener a Dios como nuestra suficiencia, y confiar plenamente en él por nuestra prosperidad, nuestra felicidad y nuestro bienestar; aunque también tenemos que trabajar.
(2 Tesalonicenses 3:10) Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.
Es la voluntad de Dios que el hombre trabaje, el hombre fue diseñado para trabajar, el trabajo es parte de nuestra vida, y encaja perfectamente dentro del plan de Dios para que el hombre desempeñando aún su trabajo, sirva a Dios al 100%. Pero a veces frases como "estoy demasiado ocupado" "Tengo mucho trabajo", "tengo que trabajar horas extras", "estoy muy cansado", son utilizadas como excusas por nuestra falta de responsabilidad para creer plenamente en Dios, y hacer su voluntad todo el tiempo, todos los días, al 100%, confiando en él como nuestra suficiencia en todos los aspectos de nuestras vidas.
¡Pero, espera! El trabajo no es culpable, ¡Somos nosotros! ¡Ahora somos creyentes cristianos, renacidos del espíritu de Dios, con todo poder desde lo alto, no somos hijos de Adán después de la caída, somos hijos de Dios y también herederos de Dios por medio de Cristo Jesús, nuestro señor. ¡Nuestro trabajo no es nuestra suficiencia! ¡Es Dios!
(Proverbios. 3:1) Hijo mío, no te olvides de mi ley; pero tu corazón guarde mis mandamientos: {2} Porque largura de días y años de vida Y paz te aumentarán. {3} Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; Átalas a tu cuello, Escríbelas en la tabla de tu corazón; {4} Y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres. {5} Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. {6} Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. {7} No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal;
La palabra “fíate” del versículo 5 significa: “depositar toda confidencia o confianza, con toda seguridad y sin temor”. Dios quiere que confiemos en él con todo nuestro corazón, y que no nos apoyemos en nuestra propia prudencia, él no quiere que seamos sabios en nuestra propia opinión, sino, que, lo reconozcamos a él, y lo dejemos dirigir nuestros caminos con la seguridad de que él tomará cuidado de nuestras vidas, sin temor de que él nos pueda fallar.
Así que cuando nosotros no depositamos toda nuestra confianza en Dios, y no dependemos completamente de él, es como si tratáramos de ser más inteligente que Dios, y cuando no confiamos plenamente en él nuestra creencia tampoco es completa. ¡“Confiar” no es solo una palabra, es mucho más que una acción, es una actitud, un estilo de vida!
Un ejemplo muy simple de “confiar”, es cuando visitamos a algún familiar o amigo, y nos invitan a la sala a tomar asiento. Les puedo asegurar que ninguno de nosotros cuestionaría o preguntaría si las sillas en las que nos invitan a sentar son seguras, tampoco las inspeccionamos para asegurarnos que lo sean, simplemente nos sentamos en ellas, confiamos que nos van a soportar y no tenemos temor alguno de que nos vamos a caer de ellas.
¡No puedo entender cómo es posible, que depositemos plena confianza en un objeto inanimado como una silla o un sofá, pero no seamos capaces de poner toda nuestra confianza en nuestro Padre celestial!
Veamos un interesante relato mostrado en los evangelios.
(Mateo 10:1) Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. {2} Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; {3} Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo, {4} Simón el cananista, y Judas Iscariote, el que también le entregó. Misión de los doce {5} A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, {6} sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
10:7 Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. {8} Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. {9} No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos;
Cuando Jesús envió a los 12 apóstoles les dio instrucciones de no ir por caminos de gentiles, ni entrar en ciudades de samaritanos. El mensaje estaba dirigido específicamente a los judíos; la sanidad y la liberación que tenían que llevar fue dirigida a las ovejas perdidas de la casa de Israel. La misión a cumplir era predicar el reino de Dios, sanar a los enfermos, y liberar a los cautivos. La sanidad en sí, es una forma de liberación. El Señor les dijo que no llevaran oro, ni plata, ni bronce, ni nada en lo que pudieran confiar en el camino, Jesús quería que pusieran a Dios como su suficiencia, y confiaran, que es él, quien suple las necesidades y que él, Dios, iba a tomar cuidado de ellos en todos los sentidos.
(Mateo 10:10) ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento.
La palabra “bordón” es traducida algunas veces como “vara”, y era en sí, un palo delgado y recto utilizado muchas de las veces como bastón, para defenderse, para castigar, y para medir. También fueron utilizados como símbolos proféticos, símbolos sacerdotales, como representación de algún oficio, o representación de la realeza. El propósito de no llevar bordón, era no llevar nada que hiciera pensar a la gente, que los “enviados” tenían algún tipo de influencias, posición, o poder. ¡Los apóstoles no debían confiar en nada de eso, solo en Dios!
La frase "porque el obrero es digno de su alimento" en realidad significa que mientras ellos seguían haciendo la voluntad de Dios, predicando la Palabra de Dios y llevando sanidad y liberación a la gente, Dios iba a cuidar de su vida en todos los sentidos, y proveería su alimento, su ropa, su calzado y todo lo que necesitaran. Los apóstoles pusieron toda su confianza en el que viste los lirios del campo y alimenta a los gorriones.
¡La voluntad de Dios para nosotros hoy sigue siendo la misma! Tenemos que poner toda nuestra confianza en él, y creer que él es capaz y está dispuesto a hacer todo lo que prometió. Jesucristo quería que sus discípulos aplicaran todas las cosas que le habían visto hacer, y todas las cosas que les había enseñando e instruido.
Mi punto aquí es que el hombre no tenía que trabajar por comida, ya Dios había proporcionado todo el alimento, el hombre tenía que trabajar porque estaba diseñado a hacerlo. Desde el principio, el hombre sabía que tenía que trabajar y sabía también, que Dios era el que iba a suplir todas sus necesidades. Pero cuando el hombre desobedeció todo cambió.
Así que ahora los hombres trabajan, trabajan, y trabajan, para mantener a su familia, y también trabajan tratando de estar más cerca de Dios. Pero no importa cuán duro el hombre trabaje, o trate de tener una relación más estrecha con Dios, el trabajo de los hombres no añade nada a las bendiciones que Dios ya había dado al hombre. El siguiente versículo enfoca el tema principal de esta enseñanza. Ve al libro de Proverbios.
(Proverbios 10:22) La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella.
La palabra “enriquece”, significa: “acumular, crecer en todos los aspectos”, y Dios es el que hace que eso suceda.
(1 Corintios 3:6) Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. {7} Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento.
Lo que Dios nos ha dado ya está ahí, nosotros, por mucho que nos esforcemos, no podemos ni aumentarlas, ni disminuirlas. La bendición de Dios es la que enriquece, no nuestro trabajo, o nuestro esfuerzo.
Déjame mostrarte algo interesante al respecto de Proverbios 10:22.
Según el obispo K.C. Pillai, un reconocido hindú convertido al cristianismo y una autoridad Bíblica de las culturas del medio oriente, en su libro “Orientalismos de la Biblia” Vol. II, cita:
"La primera parte de este versículo es correcta, pero la segunda parte de este versículo es una traducción incorrecta. El versículo debe decir:
"La bendición de Jehová es la que enriquece, y el trabajo del hombre no le añade nada a la misma".
"El trabajo del hombre animal no puede mejorar la bendición de Dios. No importa que tanto te esfuerces en tu trabajo, o cuánto trates de hacer, no puedes aumentar la bendición de Dios”.
(Obispo K.C. Pillai. Orientalismos de la Biblia Volumen II pag.67)
El hombre es el que decide, confiar en Dios con todo su corazón, alma y mente, o pensar que con su propio esfuerzo va a conseguir lo que él necesita o quiere.
(Mateo 6:24) Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. El afán y la ansiedad {25} Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? {26} Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
En este caso, la palabra “riquezas” se refiere a la abundancia material acumulada por la avaricia, la adoración o el amor al dinero. Muy diferente a la riqueza, a la que se refiere el versículo en el libro de proverbios, la que provine solo de la bendición de Dios. Cuando el hombre pone su confianza en la riqueza que el mundo ofrece, es como si estuviera apoyándose en su propia prudencia, básicamente confían en el mundo y no en Dios.
El hombre tiene dos ojos, dos oídos, dos fosas nasales en la nariz, diez dedos en las manos, diez dedos en los pies, el cuerpo entero cubierto de piel para sentir, y muchas papilas gustativas, pero sólo una mente. Los cinco sentidos ejercen una tremenda influencia en las decisiones que el hombre toma, y generalmente superan a la mente. Cuando el hombre se deja llevar por lo que ve, huele, oye, saborea o siente, y confía más en sus sentidos se les hace más difícil creer y confiar en un Dios a quien no pueden ver, ni oír, ni oler, ni saborear, ni sentir. La avaricia es alimentada por los sentidos, el mundo te deslumbra a través de ellos, y te seduce, reduciendo tu razonamiento a nada. Mateo 6:24 es claro, el hombre no puede servir a Dios y a las riquezas ofrecidas por el mundo, al mismo tiempo.
Si queremos operar como los apóstoles lo hicieron, y caminar con poder y autoridad, si queremos recibir todas las bendiciones que Dios tiene disponible para nosotros hoy, tenemos que confiar en él, debemos poner toda nuestra confianza en él y su Palabra, no en nuestro entendimiento, nuestro dinero, nuestro trabajo, nuestras propiedades, o cualquier otra cosa material que pudiéramos tener.
(Mateo 6:31) No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? {32} Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
La voluntad de Dios para nosotros es: “No os afanéis por vuestras vidas”. Él conoce nuestras necesidades, y quiere que pongamos todo nuestro corazón, nuestro deseo, nuestro poder, nuestra esencia en su Palabra.
En el principio, la relación entre Dios y el hombre era grandiosa, podían hablar y pasar tiempo juntos, Dios era el foco principal del hombre, Adán hizo todo lo que Dios le dijo que hiciera, pero después de la caída, pareciera que el trabajo se convirtió en el foco principal del hombre y Dios cayó a un segundo plano.
Hoy, Dios quiere que desarrollemos esa gran relación con él y su Palabra; debemos buscarle y hacer su voluntad, ya nos ha dado todo lo que necesitamos. La Biblia no dice que a lo mejor recibiremos algunas de sus bendiciones, dice que ya tenemos todas las bendiciones de Dios, a pesar de lo que hagamos o dejemos de hacer, nuestro trabajo nada añade a lo que ya Dios estableció desde el principio.
Cuando Jesucristo envió a sus discípulos, les dio poder y autoridad, y ese poder y autoridad mora en nuestro interior por medio del espíritu santo. Él les dijo que no llevaran consigo dos túnicas, ni calzado, ni dinero, ni siquiera un bordón, y que no se preocuparan por nada. Él les dijo que confiaran en el Dios todo poderoso, el que provee y suple las necesidades.
La mayoría de las veces somos nosotros, es nuestra propia creencia o la falta de ella lo que nos permite operar para sanar a los enfermos, echar fuera espíritus, limpiar a los inmundos, mover montañas, y recibir, o no, todas las promesas de Dios. ¡Las bendiciones están ahí! ¿Recuerdas Proverbio 3:5? ” Fíate de Jehová de todo tu corazón; y no te apoyes en tu propia prudencia”
Nuestro trabajo no es nuestra suficiencia, tampoco lo es un posgrado de maestría o un doctorado, una posición importante en una gran empresa con un montón de beneficios, ni siquiera el premio mayor de la lotería.
Como creyentes cristianos, como hijos e hijas de Dios, debemos creer y aceptar que Dios es nuestra suficiencia. Así que, ¿trabajamos duro? ¡Sí lo hacemos! Pero, ¿debemos matarnos trabajando duro? ¡NO! ¡Permite que Dios sea tu suficiencia, él lo prometió y dice que él nunca nos dejará, y nunca nos abandonará!
No hagas de tu trabajo, tu Dios, deja que nuestro Padre celestial derrame todas sus bendiciones al grado que no haya una habitación, lo suficientemente grande para contener todo lo que él tiene para nosotros. ¡Pongamos toda nuestra confianza en Dios y su Palabra, y creamos en Jesucristo con todo nuestro corazón, para que seamos capaces de hacer todas las cosas que él hizo y aún mayores!
Y después, haz tu trabajo como para el Señor y no para los hombres, porque la bendición de Dios (Jehová) es la que enriquece, y no importa cuán duro el hombre trate, su trabajo no añade nada a la misma.
Dios te bendiga.
E. S. N.
J. E. R. S.
7-31-2015
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