Antes de entrar de lleno en este maravilloso tema, quisiera hacer una pequeña aclaración, porque existe cierta controversia al respecto de a quién está dirigido este ministerio de reconciliación, aunque su aplicación afecta, tanto a creyentes cristianos renacidos del espíritu de Dios, que se han alejado de Dios y su Palabra, como a incrédulos, gente que no ha conocido a Dios ni su Palabra. Así que nos enfocaremos principalmente en la aplicación y de a quien afecta este ministerio; y para ello quiero mostrar lo que la Biblia dice al respecto; especialmente enfocándome en la definición de la palabra reconciliación como tal, de acuerdo a lo que la Palabra de Dios dice, o mejor dicho, lo que la reconciliación realmente significa desde el punto de vista de Dios. Así que, para poder comprender un poco más acerca de esta reconciliación, hay que entender algunas cosas.
El diccionario dice, que la reconciliación es el acto de reconciliar; o sea, lograr que dos personas o grupos sean amigables de nuevo, después de una discusión o desacuerdo. O bien, el proceso de encontrar una manera de hacer, que dos diferentes ideas, hechos, etc., existan al mismo tiempo. Estas dos definiciones me hacen pensar en la combinación de los colores blanco y negro, el resultado final siempre será de color gris, y dependiendo de cuál de los dos colores añadimos en mayor cantidad, el gris solamente será más claro o más oscuro, pero eso no es lo que Dios define como reconciliación. Vamos a:
(2 Corintios 5:17) De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. {18} Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; {19} que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. {20} Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
Empecemos pues en el versículo 17.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es…” Estar en Cristo, no es exactamente lo mismo que tener a Cristo en ti. Cristo en ti representa el nuevo nacimiento; lo que significa que ya confesaste Romanos 10: 9, 10, y has recibido el don del Espíritu Santo, y eso, es un requisito previo, para poder estar en Cristo.
¡No puedes estar en Cristo, si no tienes a Cristo en tu interior!
Cristo en ti, no te convierte automáticamente en una nueva criatura o nueva creación; tienes salvación inmediata, tienes el perdón de los pecados, y tienes la vida eterna, pero esa nueva criatura, o esa nueva creación, solo se manifiesta verdaderamente, cuando “alguno está en Cristo”; cuando las cosas viejas pasaron y el hombre viejo está muerto, cuando, he aquí todas las cosas son hechas nuevas, al ponernos el nuevo hombre.
Veamos ahora el versículo 18:
La frase "…y todo esto proviene de Dios…" básicamente significa; que fue Dios quien hizo todas las cosas, que él es, el creador del universo, el que nos reconcilió consigo mismo por medio de Jesucristo. Dios hizo su parte cuando nos reconcilió con él, Jesucristo hizo la suya, cuando murió por nosotros.
Ahora, después de confesar a Jesús como nuestro Señor y Salvador personal, es nuestro turno, el aceptar o no ese ministerio de la reconciliación, que como dice la Biblia, “nos fue dado”. La palabra "dado" significa: otorgar, conferir, o entregar, entre otras definiciones. Así que, este ministerio es algo que Dios nos otorgó a nosotros, algo que nos confirió, algo que él nos delegó a nosotros para su cumplimiento. Ya lo tenemos, está disponible, pero depende de nosotros llevarlo a cabo.
La palabra “ministerio" aquí, es la palabra griega diakonía; signfica: ayuda (como funcionario); servicio (como ministro), oficio, (como diaconado); asistencia (como un servidor). Esa misma palabra “ministerio”, me hace pensar en los “dones de ministerio”. No cualquiera opera esos “dones de ministerio”, están disponibles para todo aquél que cree, pero no todo aquél que cree, cree al grado de operar esos “ministerios”, y por ello, Dios tiene mucho que ver, en quien opera esos maravillosos “dones de ministerio”, y que se lleven a cabo. Simple y llanamente “ministerio” significa: servicio. Ya sea que actuemos como una ayuda, como un ministro, o como un funcionario, estamos aquí para servir, tenemos que aceptar ese servicio, y el platillo principal de este menú es la reconciliación.
El versículo 19, nos enseña algo verdaderamente importante, porque establece que Dios nos muestra el camino, con su ejemplo, reconciliando al mundo con él mismo, no imputándole sus pecados; esta es la esencia misma de la reconciliación, el perdón total, ¡su gracia! No hay tonos grises en esto, no existe el “pon un poco de tu parte, y yo pongo un poco de mi parte”. Con respecto a la reconciliación, Dios no está interesado en medias tintas, con Dios no hay mitad y mitad. El proveyó el perdón total; ¿no crees que deberíamos al menos intentar un compromiso total? ¡Eso es lo que él espera de nosotros, y es por eso qué nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación!
La palabra “encargó” aquí es la palabra griega títhemi, que en general, se traduce como: poner, fijar, hacer; o sea, algo que Dios ha establecido de antemano. Te voy a mostrar algunos ejemplos de esta palabra, de una manera más descriptiva.
(1 Corintios 12:18) Pero ahora Dios ha colocado (estableció de antemano) los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso.
(1 Corintios 12:28) Y a unos puso (estableció de antemano) Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas
En estos dos versículos las palabras "colocado" y “puso” significan: Que Dios estableció de antemano donde colocar o poner, tanto los miembros del cuerpo, como los dones de ministerio. Es prerrogativa de Dios colocar a los miembros del cuerpo, donde él quiso, y lo mismo aplica para los dones de ministerio.
(1 Tesalonicenses 5: 9) Porque no nos ha puesto (establecido de antemano) Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo.
(1 Timoteo 2: 7) Para esto yo fui constituido (establecido de antemano) predicador y apóstol (digo verdad en Cristo, no miento), y maestro de los gentiles en fe y verdad.
(2 Timoteo 1:11) del cual yo fui constituido (establecido de antemano) predicador, apóstol y maestro de los gentiles.
En todos estos versículos, independientemente de las palabras usadas; colocar, poner, constituir, títhemi significa: (establecido de antemano). Fue la voluntad de Dios el no ponernos para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. Fue la voluntad de Dios, poner, o constituir a Pablo como predicador, apóstol, y maestro de los gentiles. ¡Y fue la voluntad de Dios y su prerrogativa, encargarnos a nosotros (estableció de antemano) la palabra de la reconciliación, lo que es un privilegio!
"Palabra" en el versículo 19 es la palabra griega logos; que significa: decir algo, doctrina, trabajo, entre muchas otras. Así que esta "palabra" es algo que tenemos que decir, es una doctrina que debemos seguir, y es un trabajo que debe llevar a cabo. ¿Qué? ¡Reconciliación! ¡No va a suceder si no hablamos, si no nos movemos, si no trabajamos, si no servimos!
El versículo 20 establece que ahora somos embajadores en nombre de Cristo. Un embajador es un alto representante de un país, nosotros somos representantes de Dios en Cristo Jesús, por lo tanto, es importante estar en Cristo, porque sólo estando en Cristo podemos llevar con eficacia este ministerio de la reconciliación, no sólo entre los creyentes renacidos del espíritu de Dios, pero también entre los incrédulos, aquellos que nunca han oído la Palabra de Dios, o no han oído lo suficiente, como para creerla. Veamos un ejemplo del apóstol Pablo.
(Hechos 13:43) Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles, les persuadían a que perseverasen en la gracia de Dios. {44} El siguiente día de reposo se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios. {45} Pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando. {46} Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. {47} Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles, A fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra. {48} Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.
En el versículo 43 Pablo persuadió a muchos de los judíos y prosélitos religiosos (extranjeros o paganos convertidos al judaismo) para continuar en la gracia de Dios, la gracia de Dios vino a nosotros con el nuevo nacimiento, lo anterior indica, que algunos de esos judíos y prosélitos eran creyentes renacidos del espíritu de Dios. El versículo 44 menciona que casi toda la ciudad escuchó la palabra de Dios. El versículo 45 muestra que Pablo y Bernabé fueron confrontados por los Judíos envidiosos que contradecían y blasfemaban lo que ellos estaban enseñando. El versículo 46 muestra el denuedo de Pablo y Bernabé para confrontar a los detractores.
La palabra "puesto" en el versículo 47 es la palabra griega títhemi, indicando que fue Dios quien “puso” (estableció de antemano) a Pablo y Bernabé como luz de los gentiles. El versículo 48 demuestra que muchos de los gentiles, que vinieron a oír la Palabra de Dios, creyeron, regocijándose y glorificando la Palabra de Dios.
Este es un maravilloso ejemplo de Pablo y Bernabé llevando a cabo el ministerio de la reconciliación, tanto para algunos creyentes renacidos que estaban alejándose de Dios y su Palabra, como para aquellos que nunca habían escuchado la Palabra de Dios.
Hasta ahora, hemos aprendido que ser un creyente renacido del espíritu de Dios, con Cristo en nuestro interior, nos habilita a estudiar la Palabra de Dios para presentarnos a él aprobados, para aprender, para crecer, para renovar nuestras mentes hasta el punto de ser transformados, y andar por el espíritu, de modo que podamos estar en Cristo, porque estar en Cristo es relevante para el ministerio de la reconciliación.
Aprendimos, que todas las cosas provienen de Dios, el creador del universo, que por gracia, él nos mostró el camino con su ejemplo, al no imputar al mundo sus ofensas, concediendo el perdón total a través de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, y que espera un compromiso total de nosotros para llevar su palabra de reconciliación y servir. Aprendimos, que somos representantes de Dios en Cristo Jesús, no sólo para exhortar a aquellos creyentes renacidos, que están siendo engañados por este mundo a través de las artimañas del error, a continuar en la gracia de Dios, sino también para enseñar a aquellos que no conocen a Dios ni su Palabra, hasta los confines de la Tierra.
La reconciliación que Dios nos enseña en su Palabra, no es un reparto a partes iguales, es el perdón total y el compromiso total, y eso realmente sucede cuando estamos en Cristo, cuando somos una nueva criatura: cuando las cosas viejas pasaron; y he aquí, todas las cosas son hechas nuevas.
(2 Corintios 6:1) Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios.
Este versículo nos ratifica que somos colaboradores de Dios, y como colaboradores suyos, debemos estar capacitados para ministrar, o sea, servir esa reconciliación, a quienes no conocen a Dios ni su Palabra, y así como somos nosotros mismos exhortados a no recibir en vano la gracia de Dios, exhortar, o persuadir, como Pablo y Bernabé lo hicieron, a aquellos hermanos en Cristo que por una razón u otra están alejados de Dios y su Palabra.
Por medio de la obra completa de Jesucristo, Dios nos perdonó de una vez y para siempre, su perdón es total, su acto de reconciliarnos con él mismo fue sin reservas, él nos aceptó a pesar de todo. ¿Por qué entonces, nosotros hayamos tan difícil, el aceptarnos unos a otros? ¿Por qué tenemos que decirle al hermano en conflicto, discúlpate tú primero? Si Dios ya nos mostró el camino, y hemos leído en los evangelios que Jesús también dijo “perdonaos los unos a los otros” ¿Porqué seguimos sin hacerlo? ¡Porque al parecer, muchos han recibido la gracia de Dios en vano!
¡Recibir la gracia de Dios en vano es, no valorar el sacrificio de Jesucristo, es, no aceptar el perdón total de parte de Dios, es, yo voy a hacer lo que yo quiero! ¡Y eso es precisamente lo que Dios no quiere que hagamos! ¡Por eso nos exhorta, a no hacer eso! ¡Exhortar es incitar a alguien con palabras, a que haga o deje de hacer algo! ¡Dios nos exhorta a no recibir su gracia, su perdón total, su reconciliación, en vano! ¡Y cuando tenemos contención, cuando tenemos desorden, cuando tenemos pleitos, cuando tenemos celos, ira, desavenencias, es porque hemos recibido la gracia de Dios en vano!
Es aquí donde podemos ver la diferencia, entre un creyente renacido, que aunque tiene a Cristo en su interior, aún batalla con las cosas de la carne, y un creyente renacido que está en Cristo, manifestando esa nueva creación. Lo que es aún más relevante, tanto para nuestras vidas, en nuestra relación con Dios, como para el movimiento de su santa Palabra, por medio del ministerio de la reconciliación.
¿Recuerdas la definición de la palabra reconciliación? El diccionario dice, que la reconciliación es el acto de reconciliar; o sea, lograr que dos personas o grupos sean amigables de nuevo, después de una discusión o desacuerdo. O bien, el proceso de encontrar una manera de hacer, que dos diferentes ideas, hechos, etc., existan al mismo tiempo.
Pero esa es la definición de la reconciliación de acuerdo al mundo, y la reconciliación de acuerdo al mundo, te enseña que en cualquier conflicto, tú debes ceder 50% para que la otra parte ceda 50%, y poder así llegar a un acuerdo. Es como la mezcla del blanco con el negro, el resultado siempre será gris, o más claro, o más oscuro, dependiendo del porcentaje cedido por las partes.
Pero nosotros, como creyentes cristianos renacidos del espíritu de Dios, no debemos vivir conforme a los lineamientos del mundo sino conforme a la voluntad de Dios, y la reconciliación, como Dios la dio, nos enseña a no recibir la gracia de Dios en vano, nos enseña a valorar el sacrificio y obra de nuestro señor y salvador Jesucristo, nos enseña a recibir el perdón total de parte de Dios y su aceptación, y nos enseña, que nosotros también debemos perdonar completamente a nuestros hermanos en Cristo, sin reserva alguna.
En cuanto a su aplicación, el ministerio de la reconciliación aplica y afecta a todo aquel creyente renacido del espíritu de Dios que vive en conflicto, ya sea por causa de las artimañas del mundo, o por desacuerdos y desavenencias con otros creyentes cristianos, que alejándose de Dios y su Palabra, se olvidan de su perdón y de su aceptación sin reservas, recibiendo así, la gracia de Dios en vano. También aplica y afecta, a todo aquel que no ha conocido a Dios ni su Palabra, o que no ha oído lo suficiente de ella para creer.
Ahora, con respecto a esa controversia, de, ¿a quién está dirigido este ministerio? La Biblia dice, que así como Dios nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, también nos dio a nosotros el ministerio de la reconciliación, yo solo leo lo que dice, y la palabra “nosotros” está en el texto Griego. Si ese ministerio es para ti, o para mi, ya sea como funcionario, ministro o servidor, quien sea que le corresponda debe llevarlo a cabo. Lo que es innegable, es que si Dios nos ha bendecido con algún ministerio debemos llevarlo a cabo, y si acaso no tenemos ministerio alguno, hablar la Palabra de Dios. He aquí algunas de las cosas que como creyentes cristianos debemos hablar.
(Tito 2:1) Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina.
¡Solo la Palabra de Dios correctamente dividida nos enseña esa sana doctrina!
(Santiago 2:12) Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad.
{13} Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.
¿No es maravilloso? Cuando tenemos conflictos con alguien juzgamos, y cuando juzgamos condenamos, y cuando condenamos aprisionamos. Debemos hablar la ley de la libertad y mostrar misericordia, como Dios la mostró con nosotros cuando perdonó nuestros pecados. ¡Hagamos lo mismo!
(Tito 2:11) Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, {12} enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, {13} aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, {14} quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. {15} Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie.
¡Tenemos que hablar sobre esa gracia, con toda autoridad!
(Efesios 6:16) Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. {17} Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; {18} orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; {19} y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, {20} por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.
(1Tesalonicenses 2:3) Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, {4} sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones.
¡No tenemos que agradar al mundo, por lo tanto no debemos hablar las cosas del mundo, sino la Palabra de Dios! ¿Queremos terminar con los conflictos, las contiendas, los celos, la ira y las desavenencias?
(Efesios 4:1) Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, {2} con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, {3} solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;
¿Queremos guardar la unidad del espíritu en el vínculo de la paz?
(Efesios 4:17) Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, {18} teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;
¡Tenemos que dejar las viejas costumbres, los viejos vicios, los viejos hábitos! ¿Cómo?
(Efesios 4:22) En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, {23} y renovaos en el espíritu de vuestra mente, {24} y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. {25} Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. {26} Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, {27} ni deis lugar al diablo. {28} El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. {29} Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. {30} Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. {31} Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. {32} Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
El perdón es la esencia misma de la reconciliación, tenemos que aceptar ese perdón, y tenemos que aprender a perdonar. La reconciliación de acuerdo al mundo es un perdón condicional, “si cedes, yo cedo”. La reconciliación de parte de Dios es perdón total, sin condiciones, es su completa aceptación, tal y cual somos, con nuestras fallas y con nuestros defectos. El hombre nuevo, es el que habla verdad con su prójimo, el que se enoja pero no peca, el que no da lugar al diablo. El hombre nuevo es el que no hurta más, sino que trabaja con sus manos para compartir con el que padece necesidad, y no habla palabras corrompidas, sino sana doctrina, la que edifica y da gracia a los oyentes. El hombre nuevo no contrista el espíritu santo de Dios, es benigno, misericordioso, y perdonador. El hombre nuevo es andar en Cristo, y andar en Cristo, es esencial para llevar a cabo el ministerio de la reconciliación con efectividad y eficiencia. Si tú ere alguien que cree, que tienes ese ministerio de la reconciliación, llévalo a cabo, ya sabes ahora lo que debes hacer. Pero si tú aún no sabes si tienes este ministerio, como creyente cristiano renacido del espíritu de Dios, tienes aún la responsabilidad, y la autoridad, como colaborador de Dios, como embajador en nombre de Cristo hasta los confines de la tierra de hablar la Palabra de Dios correctamente dividida.
(1Pedro 4:10) Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. {11} Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos.
Amén.
Que este nuevo año que comienza, tu resolución no solo sea bajar de peso, un mejor sueldo, una mejor casa, o un auto nuevo, metas en realidad muy respetables. Pero algo más loable aún, es comprometerte con Dios a ser mejor cada día, a hacer su voluntad y no la tuya, a hablar su Palabra, a estudiarla, aprenderla, y aplicarla en tu diario vivir, con el fin de renovar tu mente y transformarte para así, estar en Cristo, vistiendo el hombre nuevo en tu interior, y algo que es también de gran importancia, darla a conocer a quienes la necesitan, para que Dios también bendiga sus vidas y los libere, por medio de su Palabra y su ministerio de la reconciliación.
Dios te bendiga
E. S. N.
J.E.R.S.
Enero 1 del 2016
Dios lo bendiga ...
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