¿Alguna vez has pensado en las analogías de la vida? Sé que tú probablemente pensarás en algo que relacionarás con la Palabra de Dios. Hoy quiero compartirte una de las tantas que yo he pensado.
Yo trabajo por mi cuenta, como quien dice soy mi propio jefe, pero a la vez mi único empleado. Así que no tengo a quien mandar a hacer el trabajo más que a mí mismo, pero no tengo que subordinarme a nadie más, que a la obediencia a Cristo Jesús mi señor y salvador personal, y a Dios nuestro padre celestial, creador de los cielos y la tierra. Un día de trabajo para mí puede reflejar el andar de la vida de un creyente cristiano.
Cada vez que subo a mi auto y comienzo a manejar pienso en la jornada de mi día, adonde voy, que es lo que tengo que hacer, cómo lo tengo que hacer, por qué lo tengo que hacer, y asegurarme de regresar a mi casa seguro, tranquilo, y con la certeza de que hice lo que tenía que hacer de la mejor manera.
Las calles, las autopistas, me muestran un micro ejemplo de la diferencia que hay entre lo que significa el andar cristiano y el andar del mundo. Puedo ver como la gente conduce sus autos y como se comportan, eso me muestra de alguna manera que estilo de vida viven.
Hay conductores buenos, y malos, irresponsables, distraídos, agresivos, violentos, inconscientes, sin respeto por la vida de los demás y de ellos mismos, pues solo piensan en llegar a su destino sin tomar en cuenta quien maneja enfrente, atrás, o, a los lados. Muchas veces sin impostarles siquiera quien los acompañe en el interior de su unidad, manejan sin respetar los reglamentos más básicos y fundamentales de tránsito que conocen, porque si no los conocieran, ellos no hubiesen recibido una licencia para conducir; pero que por sus “pistolas” los ignoran, al igual de los señalamientos provistos a lo largo de las calles y autopistas para la conveniencia y la seguridad de ellos mismos y de la sociedad en general.
Veo la autopista como la ruta de la vida, y en una al igual que la otra existen reglas, señales, información disponible para que podamos llegar a nuestros destinos, seguros, tranquilos, con la certeza de que hemos cumplido con nuestra jornada de la mejor manera. Ya mencioné algunos tipos de conductores que hallamos en las calles y autopistas en las que manejamos, y en la ruta de la vida también podemos encontrar de todos tipos, colores, y sabores.
En el mundo cristiano quisiera declarar que todo es color de rosa y que todos nos conducimos correctamente, respetuosamente, responsablemente, cortésmente, humildemente, y amorosamente unos con otros, pero desafortunada mente no es así, y como en las autopistas, también hallamos “creyentes cristianos” que se comportan como esos malos conductores; distraídos, irresponsables, agresivos, inconscientes, y sin respeto, es lo más triste que pudiéramos imaginar de alguien que se hace llamar “cristiano.” No respetan a Dios, no creen su Palabra, y no obedecen las reglas ni las señales establecidas a lo largo de las calles y autopistas del evangelio de Cristo en la ruta espiritual. Esta analogía tiene que ver con el respeto, con la creencia, con la obediencia.
Vamos por favor al evangelio de Juan, cuando después de la resurrección, Jesucristo mismo se presentó a los apóstoles que estaban encerrados por temor de los judíos.
(Juan 20:24) Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. {25} Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.
Existen muchos “Tomás” en el mundo cristiano de hoy, y todos quieren “ver para creer,” ignorando lo que Jesús dijo. Ocho días después, se presentó nuevamente a los apóstoles y Tomás estaba presente.
(Juan 20:29) Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
¿Qué tipo de creyente eres tú? ¿Cómo manejas cuando sales a las autopistas de la vida, en la ruta de la salvación para llegar a la eternidad? ¿Respetas a Dios? ¿Te sujetas a la obediencia a Cristo? ¿Crees la Palabra de Dios o necesitas ver para creer? Jesús mismo tuvo que lidiar con ese tipo de gente.
(Juan 4:46) Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. {47} Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. {48} Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. {49} El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. {50} Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.
El versículo 50 dice que este hombre “creyó” las palabras de Jesús cuando le dijo: “tu hijo vive” y se fue, él sabía de Jesús y sus poderes sanadores, al grado que fue personalmente a rogar por la sanidad de su hijo, siendo él un oficial del rey, algo que no era bien visto entre los de su clase, pues no era cualquier persona, él era un hombre importante, aun así, no le importo ser señalado por los de su clase. Seguramente regresó a su casa, ansioso de conocer la condición de su hijo, y confirmar si era verdad, lo que Jesús le había dicho, algo que podemos entender de los versículos siguientes.
(Juan 4:51) Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. {52} Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. {53} El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa.
Después de confirmar las palabras de Jesús no solo él sino toda su casa creyó, aunque también tuvieron que ver para creer.
(Mateo 16:1) Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo. {2} Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. {3} Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis! {4} La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue.
Los líderes religiosos de esos tiempos también buscaban señales para creer, aunque su única razón de preguntar por ellas era la de tentar al señor Jesús para acusarle y finalmente matarle. ¿Buscas tú aún señales para poder creer? ¿Es tu pastor, tu ministro, tu líder espiritual uno de los que se guían por señales para enseñarte a creer? ¡Cree entonces en la señal del profeta Jonás porque ya sucedió!
Jesús nuestro señor y salvador personal murió por ti y por mi y con su sangre nos redimió del pecado y de la muerte. Fue crucificado, resucitó y ascendió al cielo y está sentado a la diestra de Dios, y nos envió un consolador que es el don del espíritu santo, pero también nos dejó un cometido: ¡predicar el evangelio! Pero para ello primero tienes que confesarlo y aceptarlo como señor personal de tu vida y subordinarte siendo obediente a él.
¿Cómo? (Romanos 10:9) que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. {10} Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Después que eres salvo, mira lo que les dijo a los apóstoles, porque también te incluye a ti.
(Marcos 16:15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. {16} El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. {17} Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; {18} tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. {19} Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. {20} Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.
¿Puedes crees tú esto? ¡Entonces no busques señales, hazlas tú! Recuerda que todo lo que se escribió antes del día de Pentecostés es para nuestro aprendizaje, pero después que los apóstoles recibieron el don del espíritu santo, Dios lo hizo disponible para todo aquel que cree en su hijo y lo confiesa como su señor y salvador personal. ¡Ahora Cristo mora en ti, y con toda su autoridad y poderío tú puedes hacer esas señales! ¿Quieres más confirmación de lo que un creyente cristiano puede hacer?
(Hechos 2:16) Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: {17} Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; {18} Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
Cuando Dios en su palabra dice una cosa dos veces, significa que queda establecido, y aquí leemos dos veces “derramaré de mi espíritu y profetizarán” lo que ha venido sucediendo desde el día de Pentecostés, cuando los apóstoles recibieron el don del espíritu santo y hablaron en lenguas, la cual es una señal para los incrédulos de que quien lo practica ha recibido el don del espíritu santo en manifestación, y está capacitado para operar las nueve manifestaciones del espíritu de Dios.
Pero si tú aún buscas por señales para creer, en vez de ser quien haga las señales debes tener cuidado.
(Mateo 24:24) Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.
Esto ha sucedido prácticamente desde los inicios de la iglesia cristiana, aunque muchos ahora se afanan por predicar el fin de los tiempos infundiendo temor aún a la iglesia de Dios, porque el adversario ha falsificado todo lo que Dios ha hecho por y para su gente, pero no debemos de creer todo lo que vemos ni todo lo que oímos.
(2 Tesalonicenses 2:3) Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, {4} el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. {5} ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? {6} Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste.
Todo sucederá a su debido tiempo, pero si no respetamos a Dios, si no nos subordinamos bajo la obediencia a Cristo, y si para creer la Palabra de Dios primero tenemos que ver, no somos más que esos conductores que abundan en las calles y en las autopistas, de todas las ciudades del mundo; que no respetan, que son violentos, agresivos, inconscientes, distraídos y que no siguen los reglamentos ni respetan las señales.
Ahora, volviendo a las calles y autopistas, existen dos tipos de señales, las que se encuentran al costado de las calles o al lado de las autopistas y las elevadas, aquellas que se encuentran por encima. Las de las calles nos muestran el lugar por donde manejamos, los nombres de las calles, los límites de velocidad, las zonas escolares, y nos dan información acerca de dónde encontrar hoteles, gasolineras, parques y hospitales. Pero cuando salimos a la autopista hay señales elevadas que son las que nos guían para llegar a los diferentes destinos a los que viajamos y son en las que debemos poner más atención. En la ruta que nos lleva en la jornada de la salvación con una parada en el cielo, antes de llegar a la eternidad, también debemos mirar a las señales elevadas, y no me refiero a las que están apostadas en todas las autopistas del mundo.
(Colosenses 3:1) Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. {2} Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. {3} Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. {4} Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.
No seas un conductor inconsciente, irrespetuoso, violento o distraído, se amable, respetuoso y maneja en paz, tampoco seas un creyente incrédulo que necesita ver para creer. No busques señales, has tú las señales, y si no sabes cómo, estudia la Palabra de Dios que tiene la respuesta a todas las inquietudes de la humanidad.
(Santiago 3:13) ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. {14} Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; {15} porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. {16} Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. {17} Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. {18} Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.
Cuando conduzcas en las calles y autopistas del mundo no te comportes como un animal diabólico, así también cuando conduzcas en las calles y autopistas de la Palabra de Dios, muestra esa buena conducta en sabia mansedumbre, se amable, benigno, misericordioso, en paz. Recuerda:
(Santiago 1:17) Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
Como un conductor de las calles del mundo, la velocidad tampoco te hará llegar más pronto a tu destino, y si eres imprudente pudieras hasta causar un accidente que probablemente afectaría a segundas y terceras personas. Como creyente cristiano el enseñar que el fin del mundo está cerca tampoco hará que Jesucristo retorne antes de tiempo, solo afectaras la creencia y la esperanza de segundas y terceras personas. Además, no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro señor Jesucristo. ¡No creas las doctrinas de demonios ni las promuevas, cree la Palabra de Dios!
(1 Tesalonicenses 5:1) Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. {2} Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; {3} que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. {4} Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. {5} Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. {6} Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. {7} Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. {8} Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. {9} Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. {10} quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él. {11} Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.
Si tú todavía necesitas ver para creer, aun no tienes respeto por Dios, no te sometes a la obediencia a Cristo, y no crees la Palabra de Dios. Cada día que salgo a trabajar sé que yo tengo que conducirme de la mejor manera, porque la eternidad está disponible, pero nadie ha llegado aún a ella, y como el apóstol Pablo humildemente lo expresa:
(Filipenses 3:12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. {13} Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, {14} prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Déjame recordarte también lo que dijo Jesús, pero al final, ¡la decisión es tuya! Yo solo te exhorto a que ¡prosigas a la meta!
(Juan 20:29) Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
¡Me gustaría saber que eres un buen conductor, seguro, tranquilo, amable, y respetuoso de las leyes, las reglas y señales de las calles y autopistas del mundo, y de tu comportamiento en general, pero más me encantaría saber que tú eres uno de esos creyentes cristianos bienaventurados, de los que no necesitan ver para creer, sino de los que creen y operan las manifestaciones del espíritu santo, cuando lo hagas, las señales también te seguirán, y verás manifestadas en tu vida y la de tu familia, las promesas y todas las bendiciones de Dios!
¡Dios te bendiga!
E. S. N.
J.E.R.S.
Yo trabajo por mi cuenta, como quien dice soy mi propio jefe, pero a la vez mi único empleado. Así que no tengo a quien mandar a hacer el trabajo más que a mí mismo, pero no tengo que subordinarme a nadie más, que a la obediencia a Cristo Jesús mi señor y salvador personal, y a Dios nuestro padre celestial, creador de los cielos y la tierra. Un día de trabajo para mí puede reflejar el andar de la vida de un creyente cristiano.
Cada vez que subo a mi auto y comienzo a manejar pienso en la jornada de mi día, adonde voy, que es lo que tengo que hacer, cómo lo tengo que hacer, por qué lo tengo que hacer, y asegurarme de regresar a mi casa seguro, tranquilo, y con la certeza de que hice lo que tenía que hacer de la mejor manera.
Las calles, las autopistas, me muestran un micro ejemplo de la diferencia que hay entre lo que significa el andar cristiano y el andar del mundo. Puedo ver como la gente conduce sus autos y como se comportan, eso me muestra de alguna manera que estilo de vida viven.
Hay conductores buenos, y malos, irresponsables, distraídos, agresivos, violentos, inconscientes, sin respeto por la vida de los demás y de ellos mismos, pues solo piensan en llegar a su destino sin tomar en cuenta quien maneja enfrente, atrás, o, a los lados. Muchas veces sin impostarles siquiera quien los acompañe en el interior de su unidad, manejan sin respetar los reglamentos más básicos y fundamentales de tránsito que conocen, porque si no los conocieran, ellos no hubiesen recibido una licencia para conducir; pero que por sus “pistolas” los ignoran, al igual de los señalamientos provistos a lo largo de las calles y autopistas para la conveniencia y la seguridad de ellos mismos y de la sociedad en general.
Veo la autopista como la ruta de la vida, y en una al igual que la otra existen reglas, señales, información disponible para que podamos llegar a nuestros destinos, seguros, tranquilos, con la certeza de que hemos cumplido con nuestra jornada de la mejor manera. Ya mencioné algunos tipos de conductores que hallamos en las calles y autopistas en las que manejamos, y en la ruta de la vida también podemos encontrar de todos tipos, colores, y sabores.
En el mundo cristiano quisiera declarar que todo es color de rosa y que todos nos conducimos correctamente, respetuosamente, responsablemente, cortésmente, humildemente, y amorosamente unos con otros, pero desafortunada mente no es así, y como en las autopistas, también hallamos “creyentes cristianos” que se comportan como esos malos conductores; distraídos, irresponsables, agresivos, inconscientes, y sin respeto, es lo más triste que pudiéramos imaginar de alguien que se hace llamar “cristiano.” No respetan a Dios, no creen su Palabra, y no obedecen las reglas ni las señales establecidas a lo largo de las calles y autopistas del evangelio de Cristo en la ruta espiritual. Esta analogía tiene que ver con el respeto, con la creencia, con la obediencia.
Vamos por favor al evangelio de Juan, cuando después de la resurrección, Jesucristo mismo se presentó a los apóstoles que estaban encerrados por temor de los judíos.
(Juan 20:24) Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. {25} Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.
Existen muchos “Tomás” en el mundo cristiano de hoy, y todos quieren “ver para creer,” ignorando lo que Jesús dijo. Ocho días después, se presentó nuevamente a los apóstoles y Tomás estaba presente.
(Juan 20:29) Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
¿Qué tipo de creyente eres tú? ¿Cómo manejas cuando sales a las autopistas de la vida, en la ruta de la salvación para llegar a la eternidad? ¿Respetas a Dios? ¿Te sujetas a la obediencia a Cristo? ¿Crees la Palabra de Dios o necesitas ver para creer? Jesús mismo tuvo que lidiar con ese tipo de gente.
(Juan 4:46) Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. {47} Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. {48} Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. {49} El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. {50} Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.
El versículo 50 dice que este hombre “creyó” las palabras de Jesús cuando le dijo: “tu hijo vive” y se fue, él sabía de Jesús y sus poderes sanadores, al grado que fue personalmente a rogar por la sanidad de su hijo, siendo él un oficial del rey, algo que no era bien visto entre los de su clase, pues no era cualquier persona, él era un hombre importante, aun así, no le importo ser señalado por los de su clase. Seguramente regresó a su casa, ansioso de conocer la condición de su hijo, y confirmar si era verdad, lo que Jesús le había dicho, algo que podemos entender de los versículos siguientes.
(Juan 4:51) Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. {52} Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. {53} El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa.
Después de confirmar las palabras de Jesús no solo él sino toda su casa creyó, aunque también tuvieron que ver para creer.
(Mateo 16:1) Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo. {2} Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. {3} Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis! {4} La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue.
Los líderes religiosos de esos tiempos también buscaban señales para creer, aunque su única razón de preguntar por ellas era la de tentar al señor Jesús para acusarle y finalmente matarle. ¿Buscas tú aún señales para poder creer? ¿Es tu pastor, tu ministro, tu líder espiritual uno de los que se guían por señales para enseñarte a creer? ¡Cree entonces en la señal del profeta Jonás porque ya sucedió!
Jesús nuestro señor y salvador personal murió por ti y por mi y con su sangre nos redimió del pecado y de la muerte. Fue crucificado, resucitó y ascendió al cielo y está sentado a la diestra de Dios, y nos envió un consolador que es el don del espíritu santo, pero también nos dejó un cometido: ¡predicar el evangelio! Pero para ello primero tienes que confesarlo y aceptarlo como señor personal de tu vida y subordinarte siendo obediente a él.
¿Cómo? (Romanos 10:9) que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. {10} Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Después que eres salvo, mira lo que les dijo a los apóstoles, porque también te incluye a ti.
(Marcos 16:15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. {16} El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. {17} Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; {18} tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. {19} Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. {20} Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén.
¿Puedes crees tú esto? ¡Entonces no busques señales, hazlas tú! Recuerda que todo lo que se escribió antes del día de Pentecostés es para nuestro aprendizaje, pero después que los apóstoles recibieron el don del espíritu santo, Dios lo hizo disponible para todo aquel que cree en su hijo y lo confiesa como su señor y salvador personal. ¡Ahora Cristo mora en ti, y con toda su autoridad y poderío tú puedes hacer esas señales! ¿Quieres más confirmación de lo que un creyente cristiano puede hacer?
(Hechos 2:16) Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: {17} Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; {18} Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
Cuando Dios en su palabra dice una cosa dos veces, significa que queda establecido, y aquí leemos dos veces “derramaré de mi espíritu y profetizarán” lo que ha venido sucediendo desde el día de Pentecostés, cuando los apóstoles recibieron el don del espíritu santo y hablaron en lenguas, la cual es una señal para los incrédulos de que quien lo practica ha recibido el don del espíritu santo en manifestación, y está capacitado para operar las nueve manifestaciones del espíritu de Dios.
Pero si tú aún buscas por señales para creer, en vez de ser quien haga las señales debes tener cuidado.
(Mateo 24:24) Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.
Esto ha sucedido prácticamente desde los inicios de la iglesia cristiana, aunque muchos ahora se afanan por predicar el fin de los tiempos infundiendo temor aún a la iglesia de Dios, porque el adversario ha falsificado todo lo que Dios ha hecho por y para su gente, pero no debemos de creer todo lo que vemos ni todo lo que oímos.
(2 Tesalonicenses 2:3) Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, {4} el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. {5} ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? {6} Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste.
Todo sucederá a su debido tiempo, pero si no respetamos a Dios, si no nos subordinamos bajo la obediencia a Cristo, y si para creer la Palabra de Dios primero tenemos que ver, no somos más que esos conductores que abundan en las calles y en las autopistas, de todas las ciudades del mundo; que no respetan, que son violentos, agresivos, inconscientes, distraídos y que no siguen los reglamentos ni respetan las señales.
Ahora, volviendo a las calles y autopistas, existen dos tipos de señales, las que se encuentran al costado de las calles o al lado de las autopistas y las elevadas, aquellas que se encuentran por encima. Las de las calles nos muestran el lugar por donde manejamos, los nombres de las calles, los límites de velocidad, las zonas escolares, y nos dan información acerca de dónde encontrar hoteles, gasolineras, parques y hospitales. Pero cuando salimos a la autopista hay señales elevadas que son las que nos guían para llegar a los diferentes destinos a los que viajamos y son en las que debemos poner más atención. En la ruta que nos lleva en la jornada de la salvación con una parada en el cielo, antes de llegar a la eternidad, también debemos mirar a las señales elevadas, y no me refiero a las que están apostadas en todas las autopistas del mundo.
(Colosenses 3:1) Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. {2} Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. {3} Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. {4} Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.
No seas un conductor inconsciente, irrespetuoso, violento o distraído, se amable, respetuoso y maneja en paz, tampoco seas un creyente incrédulo que necesita ver para creer. No busques señales, has tú las señales, y si no sabes cómo, estudia la Palabra de Dios que tiene la respuesta a todas las inquietudes de la humanidad.
(Santiago 3:13) ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. {14} Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; {15} porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. {16} Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. {17} Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. {18} Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.
Cuando conduzcas en las calles y autopistas del mundo no te comportes como un animal diabólico, así también cuando conduzcas en las calles y autopistas de la Palabra de Dios, muestra esa buena conducta en sabia mansedumbre, se amable, benigno, misericordioso, en paz. Recuerda:
(Santiago 1:17) Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
Como un conductor de las calles del mundo, la velocidad tampoco te hará llegar más pronto a tu destino, y si eres imprudente pudieras hasta causar un accidente que probablemente afectaría a segundas y terceras personas. Como creyente cristiano el enseñar que el fin del mundo está cerca tampoco hará que Jesucristo retorne antes de tiempo, solo afectaras la creencia y la esperanza de segundas y terceras personas. Además, no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro señor Jesucristo. ¡No creas las doctrinas de demonios ni las promuevas, cree la Palabra de Dios!
(1 Tesalonicenses 5:1) Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. {2} Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; {3} que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. {4} Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. {5} Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. {6} Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. {7} Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. {8} Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. {9} Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. {10} quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él. {11} Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.
Si tú todavía necesitas ver para creer, aun no tienes respeto por Dios, no te sometes a la obediencia a Cristo, y no crees la Palabra de Dios. Cada día que salgo a trabajar sé que yo tengo que conducirme de la mejor manera, porque la eternidad está disponible, pero nadie ha llegado aún a ella, y como el apóstol Pablo humildemente lo expresa:
(Filipenses 3:12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. {13} Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, {14} prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Déjame recordarte también lo que dijo Jesús, pero al final, ¡la decisión es tuya! Yo solo te exhorto a que ¡prosigas a la meta!
(Juan 20:29) Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
¡Me gustaría saber que eres un buen conductor, seguro, tranquilo, amable, y respetuoso de las leyes, las reglas y señales de las calles y autopistas del mundo, y de tu comportamiento en general, pero más me encantaría saber que tú eres uno de esos creyentes cristianos bienaventurados, de los que no necesitan ver para creer, sino de los que creen y operan las manifestaciones del espíritu santo, cuando lo hagas, las señales también te seguirán, y verás manifestadas en tu vida y la de tu familia, las promesas y todas las bendiciones de Dios!
¡Dios te bendiga!
E. S. N.
J.E.R.S.