La fuente principal de información de este blog es La Biblia. Todas las enseñanzas compartidas aquí, son y serán principalmente basadas en la Biblia Reyna Valera Versión de 1960

Dios los bendiga a todos, y gracias por darme la oportunidad de compartir un poco de la Palabra de Dios con ustedes. Hoy quiero compartir acerca de una de las oraciones más dramática y conmovedora, que Dios dejó escrita en su santa Palabra. Todos sabemos acerca del profeta Samuel, quien fue un hombre de Dios, un gran profeta, pero era también un hombre como nosotros, y tenía una familia, de la que algunos de nosotros sabemos poco o nada. Ve por favor al primer libro de Samuel para conocer acerca de “La Promesa de Ana”

(1 Samuel 1:1-5) Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo. {2} Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía. {3} Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová. {4} Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte. {5} Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos.

Los niños siempre han sido muy importantes para la familia, y en esos tiempos, eran considerados como una prueba del amor de Dios, pero, Ana era estéril, no podía tener hijos, y Elcana, su esposo, la amaba tanto que cada año que subían de su ciudad para ofrecer sacrificios a Jehová, le daba a Ana una "parte escogida". La frase “parte escogida” del hebreo, también significa “doble porción”, así que Elcana le dio a Ana una porción “doble” de lo que le dio a su otra mujer y a sus hijos.

(1 Samuel 1:6-10) Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos. {7} Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía. {8} Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos? {9} Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová, {10} ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente.

Ana estaba realmente desolada. El versículo 10 dice que ella, con amargura de alma oró a Dios y lloró abundantemente. Quizás al leer estas palabras, no podemos realmente percibir, el torrente de emociones, sentimientos, dolor y pesadez que inundaban el interior del corazón de Ana. Pero Ana no confrontó a su rival con griterías e insultos, ni la atacó violentamente, tampoco se escondió en su cuarto a llorar su amargura, ella fue al único lugar donde podía recibir la ayuda necesaria, subió al templo a orar al Señor.

(1 Samuel 1:11) E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.

El versículo 11 dice que ella “hizo voto”, lo que significa que hizo una promesa solemne a Dios. Podemos ver en sus palabras el compromiso y la creencia que tenía, para llevar a cabo lo que estaba prometiendo a Dios. Ella no sólo estaba pidiendo recibir algo de Dios, ella se comprometió a dar algo a cambio. ¿Recuerdan cuando Salomón pidió a Dios sabiduría? No lo hizo solamente para ser el hombre más sabio y más rico de todo el mundo, sino para servir mejor al pueblo de Dios. ¡Cuando le pedimos algo a Dios, también debemos estar dispuestos a dar! ¡Lo que sea necesario, tiempo, dinero, esfuerzo!
(1 Samuel 1:12-14) Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella. {13} Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria. {14} Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino.
Recuerden que ella estaba orando, pero todo eso fue entre Ana y Dios. Así es también cuando oramos a Dios, es entre él cada uno de nosotros individualmente, entre Dios y yo, entre Dios y cada uno de ustedes. En el caso de Ana, el sacerdote Elí, pensó que ella estaba ebria y trató de reprenderla. Pero Ana le abrió su corazón y le compartió lo que estaba haciendo.

(1 Samuel 1:15-16) Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. {16} No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora.

¿Alguna vez te has sentido así? ¿Alguna vez has ido al Padre, y derramado tu alma en oración ferviente, cuando estas espiritualmente abatido? ¡Yo sí! Quizás por eso es que esta historia es tan dramáticamente real para mí. No quiero decir que tienes que llorar cada vez que oras, pero sabes con toda seguridad que Dios, y sólo Dios, por medio de Jesucristo, su hijo, su Palabra y su gente, son la única ayuda que como creyentes cristianos, tenemos aquí en la Tierra.

(1 Samuel 1:17,18) Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho. {18} Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.

El versículo 18 dice: “…y no estuvo triste más”. ¡Qué gran alivio! Y todo con sólo orar a Dios, todos sabemos que la oración tiene poder, pero la oración, funciona también es como una maravillosa válvula de escape, como la que tienen las ollas de presión. Eso sucedió con Ana, después que oró, ya no estuvo triste más. Ella sabía que no podía hacer nada más que poner su problema en las manos de Dios, de ahí en adelante, no tenía porqué sentirse mal, lo demás era asunto de Dios. Cuando nos encontramos en situaciones similares, y sabemos que no podemos hacer nada, solo tenemos que orar a Dios y poner nuestros problemas en sus manos, y no estar tristes más, sino ocuparnos de las cosas que si podemos tomar cuidado. El libro de Filipenses nos da una recomendación infalible.

(Filipenses 4:6) Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. {7} Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Dios mismo en su palabra nos dice que no nos preocupemos sobremanera, que no nos afanemos por nada, sino que llevemos delante de él todos nuestros afanes, todas nuestras presiones mentales, orando y siendo agradecidos. Si hacemos eso, el versículo 7 nos garantiza que la paz de Dios guardará nuestros corazones y nuestras mentes, lo que en un sentido figurado, significa, que la paz de Dios montará guardia, como si pusiera un centinela espiritual que protegerá nuestros corazones y nuestras mentes, ¿no representa eso un gran alivio? ¿No es esa razón suficiente para no estar triste más, así como Ana?

(1Samuel 1:19) Y levantándose de mañana, adoraron delante de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella.

La frase “… y Jehová se acordó de ella” no es para darnos a entender que Dios se había olvidado de Ana, y por esa razón ella no había tenido hijos, lo que esa frase significa en el hebreo es: "y el Señor la marco (con el fin de ser reconocida), o “… y el Señor hizo que fuera recordada”. Dios nunca se olvida ni se olvidará de sus hijos amados, o de nuestras oraciones.

(1 Samuel 1:20) Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová.

Samuel significa: “Pedido a Dios, o Dios escucha”. ¡Este podría ser el apodo de todos los cristianos, porque cuando oramos a Dios nos oye!

(1 Samuel 1:21-22) Después subió el varón Elcana con toda su familia, para ofrecer a Jehová el sacrificio acostumbrado y su voto. {22} Pero Ana no subió, sino dijo a su marido: Yo no subiré hasta que el niño sea destetado, para que lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede allá para siempre.

¿Crees que Ana estaba tratando de engañar a Dios? ¡No! Samuel era sólo un bebé, ella tenía que esperar hasta que fuera destetado, y tuviera la edad suficientemente para ser llevado a la casa del Señor.

(1 Samuel 1:23-28) Y Elcana su marido le respondió: Haz lo que bien te parezca; quédate hasta que lo destetes; solamente que cumpla Jehová su palabra. Y se quedó la mujer, y crió a su hijo hasta que lo destetó. {24} Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo, con tres becerros, un efa de harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la casa de Jehová en Silo; y el niño era pequeño. {25} Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí. {26} Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová. {27} Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. {28} Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová.

Así fue como Ana cumplió su promesa a Dios, llevó a Samuel a la casa del Señor para servir a Dios todos los días de su vida, una decisión muy drástica para la gran mayoría. ¿Cuántas mujeres conoces que después de haber sido estéril por muchos años, y tener un bebé lo dan o lo dejan ir? ¡Ninguna! Ana se lo devolvió a Dios. Ella pudo haberse arrepentido y olvidar su promesa a Dios, como muchos de nosotros lo hacemos algunas veces, cuando prometemos algo. Pero no Ana, ella hizo lo que había prometido a Dios. Ve ahora a:

(1 Samuel 2:11) Y Elcana se volvió a su casa en Ramá; y el niño ministraba a Jehová delante del sacerdote Elí.

Este versículo me recuerda lo que Proverbios 22:6 dice “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él“.

Samuel fue instruido en el camino de Dios desde su infancia y nunca se apartó de él. Nuestra responsabilidad como padres cristianos es instruir a nuestros hijos en el conocimiento y aplicación de la Palabra de Dios, para que cuando sean grandes sigan haciendo y viviendo conforme a la voluntad de Dios.

(1 Samuel 2:18-21) Y el joven Samuel ministraba en la presencia de Jehová, vestido de un efod de lino. {19} Y le hacía su madre una túnica pequeña y se la traía cada año, cuando subía con su marido para ofrecer el sacrificio acostumbrado. {20} Y Elí bendijo a Elcana y a su mujer, diciendo: Jehová te dé hijos de esta mujer en lugar del que pidió a Jehová. Y se volvieron a su casa.

Ana visitaba a Samuel cada año, y le traía una nueva capa cada vez que iba a verlo.

(1 Samuel 2:21) Y visitó Jehová a Ana, y ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía delante de Jehová.

La palabra “visitado” también puede traducirse como “supervisar”. Lo que significa que Dios supervisó a Ana, aunque a mi gusta más la traducción de la Biblia Lamsa.

(1 Samuel 2:21) Y el Señor bendijo a Ana, y ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía delante de Jehová. (Biblia Lamsa)

Podemos ver el maravilloso resultado final de la creencia y el compromiso en la oración de Ana. ¡La oración tiene poder y de verdad funciona, siempre! Debes saber que hay diferentes tipos de oración. También debes saber que debemos orar por lo que está disponible, aunque para Dios no hay imposibles. Yo estoy seguro, que la oración de Ana no fue del tipo de oración que se ejecutan en dos o tres minutos. Los grandes problemas requieren grandes soluciones, y Dios tiene la respuesta a todos nuestros problemas, por muy pequeños o grandes que parezcan.

Tenemos que llegar a conocer a Dios, y hablar con él, como si estuviéramos hablando con nuestro mejor amigo. Tomemos el tiempo para orar todos los días. Si el cuerpo te duele, si tu corazón se turba, si tu alma tiene amargura, y si estás espiritualmente abatido, ¡cree! ¡Comprométete con Dios, y da! Él te librará, y te prosperará, más allá de lo que puedas imaginar.

¡Cuando pidas a Dios algo, en oración, no solamente esperes recibir, comprométete también a dar!

(1 Samuel 2:1,2) Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, Mi poder se exalta en Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salvación. {2} No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti, Y no hay refugio como el Dios nuestro.

¿Qué más puedo decir? Ana ya lo dijo todo. No hay Dios como nuestro Dios, no hay refugio ni socorro como el Dios nuestro. La primera parte de Malaquías 3:6 dice: “Porque yo Jehová no cambio,…” ¡Y es verdad, Dios no cambia! Su poder no cambia, su voluntad y su capacidad no cambian, su amor y su misericordia no cambian, sus promesas y su Palabra no cambian. El Dios de Ana es nuestro mismo Dios también ¿Qué esta es una historia del Antiguo Testamento?

(Romanos 15:4) Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.

¡Y claro que podemos aprender, del ejemplo de Ana que es sin igual! Su creencia, su compromiso, su deseo, y su confianza en Dios, aunados a su corazón dador, es algo que debemos aplicar en nuestro diario andar, y debemos también mantener viva la esperanza del retorno de nuestro señor y salvados Cristo Jesús

(Romanos 15:5,6) Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, {6} para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

¡Dios los bendiga!

E.S.N.

J.E.R.S.
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